Casa Opinión NO ME DA LA VIDA

NO ME DA LA VIDA

por UGT Telyco

Hoy es 8M, el día de la Mujer, y me gustaría dar voz a una de ellas. Una madre, una trabajadora. Que trata de superar cada día la difícil tarea de ser “chica para todo”. Una mujer que debe ocuparse cada día de su casa, sus hijos e hijas y su trabajo. Y no le queda más que olvidarse de ella misma, su verdadero yo al que no cuida… porque NO LE DA LA VIDA.

Como trabaja de mañana y tarde pidió una reducción de jornada por guarda legal para poder “conciliar”. Ha descubierto que ahora tiene que decir mucho de esa palabra. Y que los gobiernos, las empresas y hasta los medios de comunicación no paran de repetirla.

Cada vez que la oye no puede evitar pensar que si los horarios de trabajo fuesen razonables no
necesitaría reducirse la jornada. Y no tendría que ver cómo se reducen también sus ingresos y sus posibilidades de aspirar a algo más.

Su pareja es un hombre moderno, abierto y “feminista”. Dice orgulloso que colabora en casa. Pero ella, cada vez que le oye decir eso, se envenena. ¿Cómo que “colabora”?, me dice ella con sorna. Esto no es un voluntariado… ¡Él debería ser corresponsable de la casa, el niño y la niña!

Él trabaja de lunes a viernes en jornada partida. No ha pedido “conciliar”, claro, porque dice que así gana más. Pero, ya sabes, también hay un poco de machismo en esa situación, ¿no crees? Porque quien “concilia” casi
siempre es la mujer. Porque la casa y los hijos e hijas son siempre cosa de la mujer.

Siento que cada día es una carrera frustrada, me dice ella con cansancio. No llego nunca al final, nunca da tiempo. Me levanto antes que nadie para preparar las mochilas de los peques y su comida del día. También hay que vestirlos y procurar que vayan aseados. El padre mientras les prepara el desayuno. Saca leche y galletas que es lo máximo a lo que aspira “cocinar”. Primer enfado del día ¿Es que no puedes ponerles ni una tostada? La termino haciendo yo, buena táctica ¿verdad?

Salgo de casa pitando al trabajo. Maldita sea, otro día que no me ha dado tiempo a desayunar a mí. Con un poco de suerte llego unos minutos antes al trabajo y puedo desayunar algo. Aunque casi nunca hay suerte. Y empieza mi jornada.

Hay que ser una mujer de provecho, “el trabajo dignifica, dicen”, porque lo que hice hasta ahora en casa no cuenta, para
la sociedad no es trabajo.

Cuando estoy de mañana llego a casa sobre las 5. Justito para coincidir con mi pareja poco más que para saludarnos porque empieza su turno de tarde. Y pensarás que por fin puedo descansar al fin en casa, ¿no? ¡JA! Aún
me queda jornada…

Mi hija es aún un bebé y la pobre llora todo el rato. Necesita constantemente atención y abrazos para calmarle. Y ahí me tienes haciendo malabarismos para comer con la niña en brazos. Al final por no complicarme dejo el plato a medias y sigo con “las cosas que me tocan que hacer”: limpiar y ordenar algo el piso, dar la merienda a los peques, bajar con ellos al parque para que puedan jugar, prepararles la cena, bañarlos… Mientras mi pareja no deja de contarme lo cansadísimo que está de aguantar a la gente de su curro.

El día se acaba rapidísimo y apenas me da tiempo ya a ducharme. Como te dije antes, voy a la carrera con todo pero con la sensación de no llegar nunca a la meta. No tengo fuerzas siquiera para leer un libro que lleva semanas en la mesita de noche.

Y me voy durmiendo poco a poco, rendida, mientras en mi cabeza solo se repite lo mismo: ¿soy buena madre? ¿Es feliz mi pareja conmigo? ¿He hecho bien mi trabajo?

Y así transcurre un día cualquiera de nuestra protagonista. Una historia como la que viven la mayoría de mujeres en este país. He escrito lo que me contó, sin mis juicios ni implicaciones personales. Porque sé que os sentiréis identificadas con sus palabras.

Cada vez que hablo con ella no deja de repetir lo muchísimo que adora a sus peques, lo mucho que ama a su pareja, lo mucho que lucha para que todo salga bien. Me dice siempre que a pesar de todo, no quiere que la gente se pierda la oportunidad de ser madres y padres, de cuidar, vivir y disfrutar de la infancia.

Pero vivir en España y ser madre no es tarea fácil: horarios de trabajo caóticos, faltas de ayudas del gobierno a las madres trabajadoras y una cultura donde el machismo sigue campando a sus anchas aún. Todavía
tenemos grabado en nuestro pensamiento colectivo el hombre-trabajo, mujer-casa, hijos e hijas.

Por eso… Haz que esto cambie. Sal y grita, hoy más que nunca.

La risa de Hypatia

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