Hace ya 19 años que el famoso sociólogo Zygmunt Bauman (1925-2017) acuñó los conceptos de modernidad líquida, sociedad líquida y amor líquido para referirse al momento histórico actual. A diferencia de la realidad que vivieron nuestros abuelos, son pocos los individuos que pueden presumir de tener un puesto de trabajo “para toda la vida” y una relación de pareja duradera. Hoy en día en el amor y en el trabajo todo es flexible, cambiante, provisional. Lo curioso es que está acertada teoría se puede aplicar a muchos otros ámbitos.
Uno de ellos nos toca muy de cerca actualmente, pues parece que los edificios tampoco son eternos. Aunque tengo que agregar unos matices a esta afirmación: los edificios quizás si sean eternos porque las instituciones aprueban constantemente políticas de patrimonialización que protegen aquellos considerados los mas “bellos” de la ciudad. Pero este discurso del patrimonio como bien que hay que proteger a toda costa, se olvida de proteger lo que es aún mas importante. Lo que hay dentro de los edificios. Se olvida de proteger a las personas.
Éstas políticas son cómplices del borrado de una historia que parece que cada vez corre mas rápido. Lejos queda lo que Bauman denominó la modernidad sólida, aquellos tiempos en los que grandes fabricas empleaban a miles de trabajadores en enormes edificios, vistas como enormes fortalezas que parecía que iban a durar eternamente. Así probablemente vieron nuestro edificio en el pasado. Un edificio al que muchos clientes se refieren como “La Telefónica”.
Sin embargo, todo ese ideal construido por unos pensadores optimistas que creían haber salvado la humanidad de las desgracias que la habían golpeado durante siglos, se fue a pique con la llegada del pensamiento neoliberalista. Pensamiento que se volvió hegemónico y que nos condujo a una modernidad líquida.
Uno de los efectos que tiene en Barcelona la liquidez de nuestra sociedad es la continua transformación de los comercios. Son muchas las zonas que han perdido la presencia de comercios tradicionales que han sido sustituidos por comercios dedicados en exclusiva al turista.
La calle Portal de l’Angel, en la que esta situado el edifico en el que trabajo, ha sufrido impactantes cambios en las últimas décadas. Pasó en los años 70 de ser una calle con mucha vida diurna y nocturna, con gran variedad de comercios, en la que incluso había una sala de cine muy frecuentada (que ahora es un Zara) a ser una calle de comercios dedicados casi en exclusiva a la venta de textil transitada por oleadas de turistas durante el dia y que queda desierta por las noches. Cabe decir que cuando llegaron estos cambios, algunos negocios de esta calle ofrecieron resistencia. Pero con el paso de los años han acabado por desaparecer también. Uno de estos negocios es la mercería Santa Ana que estaba instalada en esta calle desde el año 1935 y que en 2016 cerro sus puertas para trasladarse a otra calle. En 2016 por lo tanto cerró el símbolo de la resistencia a la modernidad liquida más mediático del Portal de l’Angel.
A partir de una conversación con una clienta el otro día descubrí que nosotros somos en la actualidad el símbolo de la resistencia de la calle Portal de l’Angel, una calle condenada a la homogeneización de comercios. Esta señora, como mucha otras que he atendido en estos cuatro años que llevo trabajando en el Movistar Centre, recuerdan con nostalgia esos años en los que venían a llamar por teléfono y eran atendidas por señoritas “que iban muy elegantes y guapas” . Sí, probablemente los empleados de Movistar Centre no vamos tan elegantes como iban esas señoritas, pero para los clientes de esa generación nosotros quizás somos el último recuerdo al que se pueden aferrar en una ciudad donde todo es cambiante, donde se protegen edificios pero no se protegen personas.
Una sociedad liquida donde no se respeta el derecho a la memoria histórica. Donde todo se vende, pero nada se mantiene. Aun así quiero ser optimista.
Quizás la teoría de Bauman no se cumpla en el caso del edificio Telefónica, quizás quien decidió venderlo, decida mantenerlo, que no todo es cambiante, que hay algunas cosas, algunas personas y algunas historias que merecen mantenerse solidas.
Autor: Naomi Mirabel. Asesora Comercial en Movistar Centre (Telyco). Estudiante de Sociologia.